Soy la tercera de seis hermanos de una familia de Madridejos (Toledo) de tradición azafranera. En nuestra casa se cultiva y elabora azafrán desde hace tres generaciones, por eso, cuando por motivos de salud nuestros padres no pudieron hacerse cargo de los azafranales, cinco de los seis hermanos (cuatro hermanas y un hermano) decidimos continuar con la producción. Trabajamos la tierra, sacamos el bulbo, lo limpiamos, cogemos la rosa, la mondamos y tostamos el azafrán, llevamos a cabo todo el proceso completo y seguimos luchando cada día por esta especia que hemos aprendido a amar desde la cuna.
Cuando llega la campaña, nos encanta reunirnos y vivir esos días en familia, como lo hemos hecho siempre. Y es que el azafrán, para nosotros, es más que un cultivo agrícola o un negocio, es como una especie de pegamento que nos une como familia, y por eso siempre vamos a una, como hicimos cuando –gracias al empuje de nuestra madre, Gregoria, siempre dispuesta a explicar su famosa receta de Albondiguillas de Madridejos con azafrán- decidimos montar nuestra propia comercializadora, Zaffralia.
Nuestras ganas de seguir luchando por el futuro del azafrán, que tantas alegrías nos ha dado y que es un imprescindible en nuestra cocina, nos ha hecho integrarnos en la cooperativa OPAZ, porque estamos convencidos de que juntos seremos más fuertes.
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